Y de repente se dió cuenta de que todo lo que había vivido se había quedado para siempre en su pasado.
Daba igual si era bueno o malo, porque ya no estaba en su presente y porque por muchos errores que hubiese cometido, no tendría que estar pagándolos el resto de su vida.
Podía volver a empezar, porque su pasado era eso: el pasado.
Porque ella vivía con la cabeza en el presente y porque tenía un pie en el futuro y todas las cosas que aún le quedaban por hacer, se encontraban en ese tiempo verbal incierto todavía.
Pájaros en la cabeza que le volaban, mientras observaba el agua tranquila de ese pequeño lago perdido en una montaña...
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