Empezó a enjabonarse suavemente, hasta que rompió a llorar. La desesperación se apoderó de ella. Quería arrancarse esa piel que cientos de clientes habían manoseado. Se arañó, se rascó la piel hasta hacerse sangrar. LLoraba de impotenia. Iba a acabar con todo aquello. Porque ella valía más que toda esa mierda que la rodeaba. Sabía que merecía algo mejor en la vida.
Se secó con la toalla, manchándola levemente con huellas rojas. Se vistió y cogió lo indispensable de aquella habitación de tortura. Huyó de aquel mundo que la hacía prisionera. Cogió un taxi que la llevó hasta su casa. Abrió la puerta y abrazó a su hija. Y mientras la abrazaba se fue sintiendo mejor, porque sabía que nunca más se semtiría sucia delante de ella. ¡ Y SONRIÓ! Y al darse cuenta de que estaba sonriendo, se empezó a sentir con ganas de gritar por dentro. Porque se sentía feliz. ¡ Y LLORÓ! Porque no sabía cómo sacar toda esa alegría de dentro de su torturado cuerpo. Y su hija se asustó, porque no sabía lo que le pasaba a su mamá. Pero María le dedicó una mirada tranquilizadora. Y las dos se quedaron frente a frente, sentadas en el suelo y con los ojos brillantes.
Los labios de María ya no eran rojos sangre, eran rosas. Un color rosa sencillo, delicado, normal; como la vida que tendría ahora.
ánimo, maría! :)
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