Recuerdos...

Los recuerdos son nebulosas, que a veces te nublan la vista.
Es el estiércol que aparece en el felpudo de tu casa, un día que te levantaste con buen pie.
Son las tijeras que cortan tu cordón umbilical cuando quieres renacer.
Los recuerdos son una jauría de perros que te persigue por un callejón.
Los recuerdos se envasan al vacío, entre los árboles del parque donde pasaste tu niñez.
Y todo te vuelve a la cabeza, cada vez que ves nombres tallados en los troncos. Bancos pintados con rotulador o grabados con las llaves de un adolescente enamorado.
O todo se vuelve a repetir cuando ves a tu hermana crecer.
Y recuerdas cómo te subías la falda del uniforme en el ascensor, a escondidas de tu madre.
Cómo empezabas a fumar y para camuflar el olor a tabaco, te comías una cebolleta después.
Y recuerdas en su mirada y en su sonrisa, a tu primer amor cuando tenías solo quince años.
Son recuerdos y a veces te hacen sonreir.
A veces te hacen llorar, porque se convierten en pesadillas.
Otras veces se convierten en lecciones y te hacen desconfiada.
Pero a fin de cuentas, son solo recuerdos, a veces nos visitan y otras vienen para quedarse.
Van y vienen...