
¡Qué mal repartido está el mundo! Mientras unos viven en sus palacios con sus inmensos jardines y caprichos, otros duermen en las calles y se buscan la vida como pueden.
No tienen nada para comer y muchos de nosotros pasamos a su lado sin inmutarnos. Buscan en la basura y algunos encuentran restos de comida y metales para vender.
Y su orgullo no sobresale más que sus piernas inclinadas al borde del basurero, con la cabeza metida entre los restos que tiramos, buscando algo para llevarse a la boca.
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